Leer es una manera de acceder al conocimiento y eso es contraproducente para el modelo que basa su mantenimiento en la ignorancia. (Nona Fernández)
Estos días han sido de locos para Nona Fernández, aun así se hizo el tiempo para responder algunas preguntas. Quisimos saber de su relación con la lectura y, desde su mirada de creadora, la situación en el que el fomento lector se encuentra en la actual coyuntura.
Decimos que han sido días frenéticos porque hace ya unos meses Editorial Alquimia reeditó su novela fundamental: “Mapocho” y, desde entonces, no han cesado las presentaciones y entrevistas por este trabajo. Mapocho es un relato publicado en 2002, sin embargo, no ha perdido un ápice de fuerza en todo este tiempo. El trabajo de Guido Arroyo, como editor, ha sido notable. El texto fue revisado por la autora y en la edición final se incorporaron fotografías en blanco y negro de los cuadernos de apuntes, usados por Nona, para la primera edición.
En Setiembre nuestro medio literario se vio, de nuevo de la mano de Nona Fernández, conmocionado por una gran noticia. En el marco del Premio Nacional del Libro de Estados Unidos, organizado por la National Book Foundation, la novela “Space Invaders” ( Chile, 2014), de esta autora chilena había sido seleccionada entre las 10 obras que postulaban al galardón en la categoría Literatura Traducida.
Pese al torbellino Nona se dio el tiempo y accedió a contestar nuestras preguntas:
LyB: La lectura, desde un inicio, es un descubrimiento. Aprender a leer es como adentrarse en códigos secretos, reservado sólo a los adultos; es la constatación misma de que estas creciendo. ¿Recuerdas cómo empezó esta relación tuya con la lectura?.
NF: Crecí en una casa donde se leía bastante. Jugaba a leer, como lo hacía mi abuela, la imitaba. Me sentaba a su lado, abría un libro y miraba sus páginas. Pero lo que descifraba en esas manchas de tinta era lo que yo quería, inventaba historias. Pensaba que eso era leer. Sentarse a mirar letras que detonaban la propia imaginación. No estaba tan equivocada, pero sólo cuando entré al colegio tuve acceso a ese códice mágico para descifrar. De ahí en adelante leí mucho. Fui mucho mejor lectora de niña que ahora.
Pero lo que descifraba en esas manchas de tinta era lo que yo quería, inventaba historias. Pensaba que eso era leer.
LyB: En Libros y Bibliotecas sostenemos que muchas veces ese sentido lúdico inicial de la lectura se pierde, paradojalmente, en el mismo lugar donde aprendiste a leer: la escuela. Eso ocurre a la par que llegan los premios y los castigos, las notas y los libros obligatorios. ¿Qué piensas de eso?
NF: Creo que la mediación es la clave para incentivar la lectura. Es ahí, en ese puente entusiasta que puede ser el o la mediadora, donde se encuentra la llave para abrir la puerta. Yo tuve una profesora de castellano tan entusiasta con cada libro que nos hacía leer, que era imposible no querer hacerlo. Despertaba la curiosidad y nos acompañaba en la lectura, entregándonos las claves, abriendo los caminos, contextualizando cada libro, actualizándolos para que pudieramos entrar en ellos. Creo que la entrada a la lectura debe ser un acto cariñoso y lúdico, acompañado, y en ese sentido muchos profes se quedan al debe.
LyB: Después de la Educación formal las personas pareciera que “ya no necesitan” de la lectura, la usan para seguir instrucciones o recibir datos de la realidad, lo justo y necesario para no estar desconectados. El estado pareciera creer que ya cumplió su obligación. El resultado es que tenemos cerca del 50% o más de personas que no entienden lo que leen porque perdieron el hábito. ¿Qué comentario tienes sobre esa realidad?.
NF: Lo que planteas me parece una consecuencia lógica y nada casual de la estructura neoliberal en la que vivimos. La lectura es un lugar de conexión, el lector se encuentra consigo mismo y con otro cuando entra a las páginas de un libro. Ese ejercicio reflexivo, de pensamiento, de análisis, resulta peligroso en este sistema donde más que personas nos hemos transformado en entes de producción y consumo. Leer es una manera de acceder al conocimiento. A todo tipo de conocimiento y eso es contraproducente para el modelo que basa su mantenimiento en la ignorancia.
(El Analfabetismo Funcional es)… una consecuencia lógica y nada casual de la estructura neoliberal en la que vivimos.
LyB: El único espacio público que tienen esa mayoría de Analfabetos Funcionales, como oportunidad para recuperar el hábito lector, son las Bibliotecas. Además de insuficientes sus presupuestos son reducidos y quienes están a cargo deben batallar en el día a día contra el “ninguneo” de las autoridades. ¿Cuál ha sido tu relación con las bibliotecas y esta realidad?.
NF: He visitado muchas bibliotecas en el último tiempo. He podido ver bibliotecarias y bibliotecarios activos, inquietos, con un compromiso fuerte con el hábito de la lectura y la propagación de ella, con clubes de lectura y organización de actividades. Y hay también espacios hermosos, remodelados, cálidos, que invitan a habitarlos y a ejercer el hábito lector. En eso se ha avanzado mucho. Pero creo que todavía hay un gran porcentaje de bibliotecas que luchan con su propia precariedad. Poco financiamiento y escaso material de lectura. Porque también hay que atender qué es lo que se ofrece para leer. Que no sólo las lógicas del mercado pauteen los libros que se ofrecerán, sino que ir constantemente renovando la curatoria, ampliándola. Las biblioteca debieran ser espacios de conocimiento, de pensamiento y reflexión, pero muchas veces uno entra y ve a la gente leyendo las revistas de papel couchet con la farándula y la moda del mes. Ahí la mediación, el acompañamiento, y el material que se ofrece con protagonismo, debieran ser cuidados.
Se ha avanzado mucho. Pero creo que todavía hay un gran porcentaje de bibliotecas que luchan con su propia precariedad.
LyB: Al libro le han vaticinado mil muertes, primero la radio, luego el cine y la televisión, ahora último la digitalización del lenguaje; todos posibles “reemplazos” al libro, pero la verdad es que ha sobrevivido a todas esas “amenazas”. ¿Cuál es la magia del bendito libro que lo hace “duro de matar”?.
NF: Creo que hay algo en la materialidad del libro que nos sigue seduciendo. La posibilidad de tocarlo, de apropiarnos de alguna frases subrayándola, de dejar ahí, entre sus páginas, un pedazo nuestro. Una boleta, una flor, una postal. Y a la vez nos permite completar con nuestra propia imaginación esos rostros, esos escenarios, esas escenas que se nos proponen. Por una parte es una plataforma muy concreta, pero por otra, muy incompleta. Una película, una obra, una serie, materializan mucho más los elementos, en cambio las palabras son excusas para nuestra propia interpretación. Eso nos hace participes de la experiencia en un gran porcentaje. Leer es siempre completar, imaginar, usar nuestra cadena neuronal para descifrar esas manchas de tinta y darles un sentido.