Alguna vez leí que nadie es el de la víspera; ergo, que todos cambiamos, aunque sea un mínimo y por lo mismo nuestras obras de ese pasado aun reciente se juzgan con otros ojos. Millones de veces nos hemos dicho “habría hecho esto” o “pude decir aquello”. La literatura nos permite una oportunidad que pocas veces nos da la vida y sus hechos: volver a lo escrito y verlo con esos nuevos ojos. Revisarlo, decirse “lo habría escrito así” reescribirlo.
Es un ejercicio de ego, quizás, pero me atrevo a decir que es más bien un momento de plena honestidad. Nunca, creo, el escritor está más desnudo frente a su memoria que en ese momento.
Comento esto tras leer “Había una vez un pájaro” de la chilena Alejandra Costamagna.
Es un libro de tres cuentos y una pequeña nota reflexiva respecto al último. No está demás decir que es una escritora habilidosa, consistente en su estructura interna y que va desentrañando de forma muy astuta las historias que narra.
Sin embargo, quiero detenerme en el cuento homónimo. Sin revelar partes de su argumento,lo más llamativo del mismo es que corresponde a una revisión y reescritura radical de su primera novela “En voz baja”. No he leído la obra original, pero sí la nota reflexiva que acompaña a este libro (nominada de la misma forma) y el cuento en que se transformó. No solo es la vinculación de los silencios íntimos con el entorno opresivo donde se desarrolla la historia (en que la evolución familiar se toma de la mano irremediablemente con la dictadura nacional) lo que la hace interesante, sino atender al hecho mismo de la reducción de la novela como una nueva conexión a esa intimidad y silencio.
La autora apuesta por corregir incluso las descripciones para pasarlas de un tono medio barroco a uno mucho más seco y sofocante. No es un cuento de terror, por cierto (aunque es una historia aterradora en su contexto), pero el tono de la obra invita a comprometerse con ese silencio de escuchar tras las paredes, de desentrañar conversaciones a lo lejos e investigar las señales que los adultos dan involuntariamente a los niños. De traducir el idioma que creían intraducible.
La nota final revela, como un mago que muestra su manga, el truco completo y vuelve toda la obra, la original y la revisada, aún más intrigante y valerosa. Es la breve confesión de una escritora que no solo revisa su obra, sino que invita a sus lectores a releerla como ella se reescribe. Quizás llegue el buen día en que tenga que volver a estas palabras y escribirlas de nuevo.
Había una vez un pájaro
Alejandra Costamagna
Cuneta
2013