Yo no soy esa (los amores de Jaime Guzmán)

El relato es un juego especulativo en el que el delirio, la ironía y el humor son herramientas para desacralizar a este ícono de la derecha chilena

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Compramos Yo no soy esa en el stand de La Pollera, ese pequeño refugio donde uno sabe que va a encontrar provocación, innovación narrativa y una delicadeza estética poco común. No nos equivocamos. La novela de Roberto Suazo reúne todo eso, y más. Se trata de su primer libro de narrativa de ficción, un salto desde la academia hacia la invención, impulsado —según confesó en esta entrevista— por el extrañamiento y las preguntas que trajo la pandemia.

La premisa es tan sencilla como desconcertante: un escritor fantasma recibe el encargo de escribir la biografía de Jaime Guzmán, el ideólogo de la Dictadura chilena. Pero no cualquier biografía: se le pide relatar una versión amable, cotidiana, incluso entrañable del personaje. Un Guzmán de carne y hueso, alegre, dicharachero y… heterosexual. La idea, aparentemente, es humanizarlo, construir una narrativa complementaria a los ya exhaustivos análisis de su pensamiento político y filosófico.

El encargo llega de parte de sus cercanos y la Fundación Jaime Guzmán, que entregan un puñado de antecedentes tan escuálidos como inútiles. Entre ellos, una insólita pista: su asistencia casi religiosa al Festival de Viña del Mar, justo después de retiros espirituales en un convento cercano. A partir de ese material absurdo, el narrador intenta una proeza delirante: reinventar al personaje como un latin lover improbable, que coquetea con divas como Raffaella Carrà, Mari Trini y Nidia Caro.

Lo que hace Suazo en esta novela es un acto de irreverencia literaria, pero con inteligencia. El relato es un juego especulativo en el que el delirio, la ironía y el humor son herramientas para desacralizar a este ícono de la derecha chilena. No hay aquí ramplonería ni caricatura fácil. Lo que hay es una operación cuidadosa de desmitificación, un experimento narrativo que subvierte el encargo mismo, lo estira, lo parodia y, al hacerlo, dice muchísimo más de lo que aparenta.

Recomendar este libro es fácil. Su lectura es provocadora, divertida y aguda. Pero sobre todo es una experiencia insólita: mediante la ficción especulativa anclada en una investigación rigurosa, Suazo nos ofrece un Jaime Guzmán que nunca existió —o que tal vez, de forma inquietante, sí existió—, revelando con maestría cómo la literatura puede interrogar la historia donde los discursos oficiales callan.

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