Durante los años setenta, en pleno siglo XX, bajo la dictadura militar que derrocó a João Goulart en 1964 y se prolongó por más de dos décadas hasta 1985, surgieron en Brasil nuevas formas de disidencia. Una de las manifestaciones más significativas fue el fenómeno del desbunde (bunde = culo): un movimiento cultural que desafiaba las normas morales conservadoras y apostaba por la libertad de vivir, amar y expresarse (*)
En ese clima de rebeldía íntima, la diversidad sexual y el activismo LGBTIQ+ emergieron como formas de resistencia. Dos figuras clave de esa contracultura fueron Ney Matogrosso y Cazuza: artistas brillantes, provocadores y vulnerables cuya relación amorosa —breve pero intensa— representó una revolución silenciosa en medio del conservadurismo imperante. Su vínculo fue mucho más que un episodio romántico: simbolizó una alianza artística y afectiva que quebró los mandatos de la masculinidad hegemónica. Desde el escenario, ambos desafiaron los límites impuestos por el régimen y la sociedad.
Ney Matogrosso, nacido en 1941 como Ney de Souza Pereira, fue criado por un padre militar y homofóbico que lo torturó durante su infancia y adolescencia para obligarlo a «ser hombre». Por contraste, Cazuza —diecisiete años menor— nació como Agenor de Miranda Araújo Neto, hijo único de un productor discográfico de buena posición económica. Desde niño estuvo rodeado de leyendas como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y Elis Regina, habituales en su casa familiar.
“Él fue a mi casa con una amiga. En un momento me preguntó si le daría un beso. Le dije que sí. Cuando nos besamos, el mundo se apagó a nuestro alrededor”. Ney Matogrosso
Cuando se conocieron, Ney ya era un vendaval consagrado. Con su mirada felina, movimientos insinuantes y voz cristalina, había escandalizado a la dictadura con su banda Secos & Molhados. No sólo cantaba: encarnaba. Era un manifiesto vivo contra la norma. Cazuza, por su parte, era aún un adolescente sin escenario, pero con una poesía que hervía.
Ney, con su teatralidad andrógina, se volvió un ícono de libertad sexual y referente para generaciones. Cazuza, feroz poeta y voz de una juventud agitada, enfrentó sin miedo la discriminación en los años más duros del VIH/sida.
“Cazuza y yo tuvimos un romance corto, de apenas tres meses. Fueron intensos, repletos de fuego. Después, pasamos el resto de la vida juntos como grandes amigos.” Ney Matogrosso
Amores así, breves como un suspiro, son los que marcan. Eran opuestos que se atraían en un país que no estaba listo para verlos amarse. En la calle, la represión; en el escenario, la provocación. Desde el maquillaje de Ney hasta la lírica cruda de Cazuza, todo en ellos era un grito. Su relación fue más que amor: fue un símbolo de resistencia en Brasil donde el amor homosexual era clandestino y la palabra «sida» comenzaba a adquirir un peso devastador.
“Fui completamente apasionado, pero era difícil convivir con los dos Cazuzas que había en él. En público era loco, impulsivo; en la intimidad, uno de los seres más encantadores que conocí.” Ney Matogrosso
Tras la ruptura, su cariño persistió. Ney estuvo junto a él hasta el final. “Iba a su casa para hacerle masajes en los pies”, confesó. Porque cuando el amor carnal se desvanece, queda la lealtad que brota de los corazones que se reconocieron en tiempos de miedo.
Cuando Cazuza enfermó, le pidió a Ney que tomara el AZT con él. “Así estamos en la misma onda”, le dijo. Un gesto simple, casi infantil, pero colmado de amor y pánico.
Desde este rincón del mundo —pequeño y acorralado por la cordillera de los Andes— solemos ver al resto desde la distancia. Esa muralla nos vuelve ajenos a la interacción cultural con el continente que habitamos, y a veces ignoramos historias como esta: no solo una historia de amor, sino una de coraje. La de dos hombres que no pidieron permiso para amar, crear canciones ni brillar. Su rebeldía íntima sigue iluminando, como un foco, a quienes también se atreven
“Enfrentar el escenario para mí es un asunto sensual, medio incontrolable. A veces entro con una erección. Siento el sexo aflorando, miro a las personas y siento que también tienen algo que me devuelven. Es mucho placer: yo y el público teniendo sexo.” Cazuza

1985 marcó un antes y un después para Cazuza. Ese año cayó la dictadura y retornó la democracia. Barão Vermelho, la banda que integraba, fue invitada al primer Rock in Rio. Ney presentó a la banda, que compartió escenario con artistas como Rita Lee, Os Paralamas do Sucesso y AC/DC. Fue la consagración definitiva, pero también el inicio del camino solista de Cazuza.
Poco después, comenzaron los síntomas. Primero gripas constantes, luego dolores que no cedían. Lo ignoró mientras pudo, a punta de excesos, hasta recibir el diagnóstico: seropositivo. Probó tratamientos experimentales aún lejos de la cura. Pero no dejó de componer ni de actuar, aunque su cuerpo se debilitaba día a día.
“Acompañé a Cazuza hasta el final. Lo amé hasta el final de su vida, con presencia y sin sexo. Nunca nos alejamos.” Ney Matogrosso
El 7 de julio de 1990, con apenas 32 años, Cazuza falleció en Río de Janeiro tras un paro cardiaco producto de un choque séptico. Fue un golpe para la cultura brasileña, pero también una consagración simbólica. Su obra quedó.
Esta fue más que una historia de amor: fue una historia de resistencia. Dos hombres que se amaron cuando más peligroso era hacerlo. Que no pidieron permiso. Que brillaron. Su rebeldía —hecha de besos, canciones y despedidas— sigue iluminando a los que, como ellos, también se atreven.
Caetano Veloso lo llamó “el gran poeta de su generación” y figuras como Renato Russo, Maria Bethânia y Elis Regina profesaron devoción por su obra. Un ícono contracultural, sin duda.
Hoy, Ney Matogrosso sigue de pie. Medio siglo después de escandalizar a la dictadura con su desinhibición, su voz permanece intacta y su cuerpo, glorioso. Su carrera como solista continúa con fuerza. En 1985 abrió Rock in Rio y en mayo de este año se estrenó en Brasil la película Homem com H, interpretada por Jesuíta Barbosa, que narra su historia con Cazuza.
“Mas se você achar
Que eu tô derrotado
Saiba que ainda estão rolando os dados
Porque o tempo, o tempo não pára”
— fragmento de O tempo não pára, Cazuza
(*) Este artículo fue publicado en La Nueva Mirada.