Gracias al buen juicio de nuestros ediles, los colegios de todo Chile están con las clases presenciales suspendidas.

Esa decisión fue la correcta. Los centros educativos son lugares de aglomeración y la continuidad de las clases presenciales hubiese expuesto a niños y adultos a contagiarse, o ser vectores, del COVID19. Sin embargo, la suspensión de las clases y la elaboración de planes de educación remota, como solución desde el ministerio, dejó en evidencia otra cara de la desigualdad. Una que muestra la existencia de una educación con fuertes brechas de acceso al conocimiento.

Los niños y las niñas de las familias más pobres del país no podrán acceder a los modelos de educación remota. El impacto de la pandemia en su educación escolar será mucho más profundo en comparación de otras y otros escolares de Chile.

Escribo como profesor y encargado de la Unidad Técnica de un colegio ubicado en una ciudad pequeña de la región de Los Ríos, donde la existencia de métodos y tecnologías para realizar clases con plataformas virtuales no significan nada. Porque nuestros niños y niñas son pobres y no tienen acceso a ellas, es decir, en algunos casos incluso no hay computador ni internet en su casa.

El trabajo y las estrategias propuestas, en nuestro plan de aprendizaje remoto, consiste en subsanar de ausencia de los profesores y profesoras. ¿Cómo? Por medio de instrucciones y actividades claras para cada momento de la clase (inicio, desarrollo y cierre). Es lo mínimo como requisito para lograr los objetivos de aprendizaje.

La realización de las actividades en casa queda bajo la responsabilidad de nuestros apoderados. Muchos de ellos tienen baja escolaridad y, más allá de las redes sociales, un muy disminuido manejo de las TIC. Sumemosle a eso que desarrollan largas y extenuantes jornadas laborales.

En nuestra realidad, un número no menor de familias viven en sectores rurales donde la señal de Internet no es constante. Con serios problemas de accesibilidad física, con esta cuarentena, además, la micro que los lleva a la ciudad disminuyó su frecuencia de una vez al día por tres veces a la semana. En este escenario, con pobre acceso a la información, con un cuerpo docente limitado en su posibilidad de responder a las dudas y a retroalimentar los contenidos, la opción de realizar una cobertura curricular adecuada es prácticamente nula.

Entonces ¿A quiénes perjudicará más las suspensiones de las clases y la implementación de la educación remota? Simple, a los niños y niñas de los hogares más pobres.

Muchos niños y muchas niñas este año no podrán seguir un proceso educativo que merecen y que sus derechos así lo establecen. Sus familias no pueden escoger, en realidad nunca han podido escoger, si hacen tal o cual actividad que se les envían. Cuestión no menor. En los medios ha causado polémica la consideración que en los tiempos del COVID19, los contenidos escolares son menos importantes que la tranquilidad o contención emocional de los estudiantes y sus familias. Es esta una posición sumamente entendible y respetable, pero, digámoslo, no ha estado presente en la mente de Ministerio.

Como profesores y profesoras que compartimos esta realidad tenemos conciencia de estas dificultades y de la realidad social y cultural de nuestros estudiantes. Entendemos que nuestros alumnos y alumnas tienen más dificultades que facilidades para ser educados y, en esta ocasión, sabemos que no aprenderán los contenidos que se supone les debemos enseñar.

Queda cierto alivio y optimismo en que muchas escuelas y colegios han explorado otros recursos y estrategias que esperemos refresquen la práctica docente y abra caminos en el uso de la tecnología, porque en realidad la tecnología y el trabajo remoto no son el problema, es que no todas las familias tienen acceso a ellas.

Ojalá que los y las docentes, además del ministerio, no olvidemos que son los niños y niñas de los hogares más pobres quienes más ayuda necesitarán cuando las cosas vuelvan a una cierta normalidad. Para que este extraño año escolar no ahonde la desigualdad al que nuestro sistema escolar pareciera estar condenado.

*Oscar López Aros (Magíster en Liderazgo y Gestión Educativa. Licenciado en Historia. Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales.)

2 COMENTARIOS

  1. La triste realidad de nuestro país se materializa en el relato de este docente que con conocimiento de la situación que vive su Escuela ve con preocupación el futuro de sus estudiantes, porque una vez mas no podemos hablar de igualdad si nos concentramos en las ciudades grandes, miles de niños y niñas que están fuera de la vista de las autoridades son las más afectada. Que valiente es el trabajo del docente en sectores rurales y que poco valorado. A la distancia colega me siento orgullosa del trabajo que realiza y se que pondrá todo de su parte para que la educación de sus alumnos sea de calidad no solo hoy sino que siempre!!!!

    • Gracias Daniela, para nosotros es un desafío permanente vincular educación y formación de lectores. El aporte de Oscar ayuda a que aterricemos en la realidad de este Chile desigual .

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