Hola. Vamos con otra edición de “apuntes dispersos”, las ideas que tengo en mi libreta de notas y que vuelco acá para expulsarlas de mi cabeza.

Esta vez se trata de La policía de la memoria, de Yōko Ogawa, una novela que leí en el teléfono gracias a la Biblioteca Pública Digital. Me demoré como dos meses, pero el último tercio lo finiquité en tres o cuatro días.

  • Es una novela ¿extraña? Todo sucede en una isla. ¿Japón? ¿Una versión miniatura de Japón? Las cosas desaparecen y no solo físicamente: las personas, además de deshacerse de los vestigios deben borrarlas de su memoria. Perdón, no sé si “deben” es el verbo adecuado. Simplemente, olvidan.
  • En el ambiente se respira autoritarismo y miedo. Pero los recuerdos y la memoria persisten. Hay un esfuerzo por contener, aunque sea en un rincón mínimo —un ostugo, qué bella palabra— del cerebro las cosas que se aman.
  • La policía de la memoria no es una novela que explique cosas. Acá no se explica nada. No se explica cómo ni por qué desaparecen las cosas. Es inentendible por qué los pájaros emprenden el vuelo y abandonan la isla. Y la idea de los pájaros también abandona la mente de sus habitantes.
  • Al principio me inquietó esa indefinición. “Ya se explicará qué sucede”. Pero no, nada. Como lectores nos mantenemos en la nebulosa. Y está bien que así sea.
  • La protagonista es novelista. Y está escribiendo una novela en que la protagonista pierde la voz. En algún momento ambas tramas se enlazarán y se anudarán y darán paso al silencio y el vacío.
  • Como en todo régimen autoritario, hay personas que se sublevan. Están quienes aún conservan objetos que debían desaparecer. Y hay quienes que, aunque lo quisieran, no pueden dejar de recordar: su biología los delata. Todos ellos son cazados por la policía de la memoria.
  • Algo raro y fascinante: el momento en que las personas olvidan que tienen una pierna. Todos cojean en medio de la nieve, ignorando la amputación psicológica de su extremidad. Ese momento me descuadró la cabeza. Sí, Yōko Ogawa: me descuadraste la cabeza, me torciste el pensamiento, me hiciste sentir algo muy distinto y raro al leerte.
  • Mientras avanzaba con La policía de la memoria en paralelo leí otra novela japonesa para el club de literatura de viaje en el que participo: País de nieve, de Yasunari Kawabata. Son obras distintas, pero tienen ese perfume de haiku en algunos pasajes. Escribe Yōko Ogawa: “Me costaba respirar. Recorrí la estancia con la mirada. Mi cuerpo habitaba el interior de todos aquellos objetos que yacían en el suelo”.
  • Cuando leí Flores de verano, de Tamiki Hara, descubrí que existe un subgénero literario en Japón: el genbaku bungaku, la “literatura de la bomba” que escribieron los hibakushas, los sobrevivientes de la bomba. Con esa referencia, en mi cabeza se instala una pregunta que hace que todo colapse: ¿es La policía de la memoria una alegoría de la destrucción nuclear y el trauma de la pérdida?

Enlaces a libros

En esta sección encontrarás enlaces afiliados a los libros que mencioné arriba. Esto significa que si compras alguno de los libros recomendados a través de Buscalibre, recibiré una pequeña comisión que no afecta el precio final para ti. Es una forma sencilla de apoyar a HIPERGRAFÍA y contribuir a que siga creciendo. ¡Gracias por tu confianza y por leerme!