Enzo Maqueira lo hizo de nuevo, ha publicado su nueva novela: «Higiene Sexual del Soltero» y no ha dejado indiferente a nadie. Y es que, quiéralo o no, su literatura provoca y abre nuevas conversaciones.
Maqueira es lo que desde la perspectiva feminista se diría «un hombre deconstruido», nosotros diríamos que en realidad es un hombre de nuestro tiempo, porque serlo implica tomar posiciones frente al cristal feminista con el que se observa la realidad de hoy.
En «Higiene sexual del Soltero» Maqueira relata la historia de un niño-joven-adulto que se siente desadaptado, porque no se comporta como se espera se comporte un hombre en cualquiera de estas edades. Junior, el personaje, sin proponérselo se transforma en un rebelde, alguien que sabe que no encaja y tampoco le interesa hacerlo. No adelantaremos más, porque queremos que Uds. mismos emprendan ese viaje y saquen sus propias conclusiones.

Tomamos contacto con Enzo y, con la amabilidad de siempre, aceptó responder a las preguntas que nos nacen luego de leer su novela.
- En esta novela, como en las anteriores, rompes estereotipos de las sociedades tradicionales. ¿Te pones como meta provocar con tus relatos o ellos no son sino la constatación de la realidad cambiante?
Nunca me pongo como objetivo provocar. Intento retratar sectores de la realidad o universos paralelos que solo se pueden conocer a través del arte en general y de la literatura en particular. Tampoco creo que sean una constatación de la realidad: es otra realidad posible. Lo que sucede es que a mucha gente le asusta saber que su realidad también es una posibilidad de tantas. Entonces, cuando se cruzan con uno de estos universos paralelos, se sienten provocados. Y está muy bien que sea así, porque quiere decir que la literatura hizo su magia.
- Como escritor tienes lectores, gente que te sigue, que considera relevante los que dices. Tus libros son de vanguardia ¿asumes eso al escribir? ¿es un insumo o una mochila?
Es una elección, un camino trazado, una especie de compromiso que fui tomando a la hora de decidir sobre qué escribir. Sin dudas no tiene nada de mochila, no por el momento, pero tampoco lo llamaría “insumo”, que me suena demasiado mercantilista. Es una necesidad: escribo lo que siento que debe quedar plasmado. Lo que atestiguo de mi paso por algunos de esos universos paralelos. Dejar constancia de que existen otras maneras de transitarnos como humanidad.
- ¿Cuánto de Enzo Maqueira hay en Junior Martínez? ¿Hubo en tu caso, como en el personaje, un conflicto permanente con el tipo de hombre que se esperaba que fueras?
Sí lo hubo y es algo que trabajé en mi primera novela, Ruda macho, de 2010, y en Hágase usted mismo, de 2018. También en Electrónica hay algo de eso, porque es una historia que escribí originalmente desde el punto de vista de un varón, y pasarla a un personaje femenino me hizo reflexionar sobre esa incomodidad que siempre había supuesto para mí comportarme como la sociedad espera que se comporte un hombre heterosexual. Como le pasa a Junior en la novela, a mí también me ataron la corbata azul al cuello y me dijeron lo que podía hacer y lo que no podía hacer un hombre. Los privilegios de ser varón, pero también el costo a pagar por esos privilegios. Por ejemplo, la exigencia por mostrarse fuerte y dispuesto para la pelea. La prohibición de llorar y de expresar nuestros temores. El mandato de “conquistar” a las mayor cantidad de mujeres que sea posible
- En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dijiste que se ha hablado mucho del daño que el patriarcado ha hecho a las mujeres, pero poco del que ha causado a los hombres. ¿“Higiene sexual del soltero” intenta relevar aquello?
La novela intenta ser una ventana por donde las mujeres se asomen a la educación sentimental de los hombres, esa que engendra maltratadores, abusadores y soberbios. La fábrica de masculinidad que representa la escuela, el catolicismo, la familia, los medios de comunicación, la sociedad en su conjunto. El modo en que disciplina, adoctrina y construye hombres (en el sentido conceptual del término) que responden en mayor o menor medida a un ideal de masculinidad. Nos quieren hacer bien machos, con algunos tienen éxito, otros ni siquiera lo intentan, muchos se quedan a medio camino, pero todos atravesamos la misma educación. Y creo que es necesario que las mujeres puedan asomarse a una historia que la pone en evidencia.
Al mismo tiempo, el libro es una invitación a los hombres a que abran los ojos. Que reconozcan sus privilegios, sí, pero también que se den cuenta del costo que están pagando por esos privilegios, de todo lo que el patriarcado les exigió, de lo que les arrebató, de lo que significa ser hombre. Ser hombre es ser educado para dominar, para ejercer el poder, ser ambicioso, competitivo, solitario, sin capacidad de expresar nuestras emociones (y, como consecuencia, sin ni siquiera saber reconocerlas). La única emoción que se nos permite expresar es la ira. el dolor, la pena, la tristeza, la inseguridad, la carga de ser el sostén de una familia, de todo eso no podemos decir nada. El resultado está a la vista: los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres, mueren antes a causa de conductas temerarias o falta de prevención de enfermedades, son los que atiborran las cárceles. Por supuesto que las mujeres llevan la peor parte en esta historia, pero los hombres no somos victimarios por naturaleza: lo somos por la mala educación del patriarcado, y eso es lo que pretendo que el libro cuente.
