
El tiempo se agota. La alfabetización está aún incompleta, no puede darse por sentada. Si el mundo quiere cumplir su promesa de garantizar una educación de calidad para todos y todas, debe actuar ahora. No hay desarrollo sostenible posible si millones de personas siguen privadas de lo más básico: la palabra, el número, el sentido. (*)
El desafío global de la alfabetización en tiempos de promesas incumplidas
Durante las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de un aumento constante en las tasas de alfabetización, gracias a políticas públicas, expansión de los sistemas escolares y el trabajo sostenido de organismos multilaterales. Sin embargo, bajo esta superficie de progreso se esconde una verdad incómoda: la alfabetización universal sigue lejos de alcanzarse.
Así es, según el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU), aún hay 754 millones de adultos analfabetos, dos tercios de los cuales son mujeres. Esta cifra, lejos de disminuir con la velocidad requerida, pone en entredicho el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, y en particular de su meta 4.6: garantizar que todos los jóvenes y una proporción significativa de los adultos sean alfabetizados y tengan conocimientos básicos de aritmética para el año 2030.
Un camino que avanza, pero no alcanza
Nos encontramos a un tercio del plazo para cumplir la Agenda 2030, pero las proyecciones del Instituto de Estudios de la UNESCO (IEU) y del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo son claras: sin una aceleración drástica del progreso, no se lograrán los compromisos educativos. Se estima que para ese año, uno de cada seis niños de entre 6 y 17 años seguirá excluido del sistema escolar. Peor aún, solo seis de cada diez completarán la educación secundaria, lo que anticipa una crisis de aprendizajes aún más profunda.
En el centro del problema no está solo la escolarización, sino la calidad del aprendizaje. Como es de suponerse, el ODS 4 exige que los niños no solo asistan a clases, sino que también aprendan. Sin embargo, las tasas de aprendizaje están estancadas en países de ingresos medios y, en el caso de los países africanos francófonos, incluso en retroceso. A esto se suma la alarmante caída en la proporción de docentes capacitados en regiones como África subsahariana, una tendencia que se arrastra desde el año 2000.
La desigualdad como obstáculo estructural
El déficit de alfabetización se agudiza cuando se cruzan variables como género, pobreza y región geográfica. Mientras que en América del Norte o Europa el 99% de los adultos están alfabetizados, en algunos países de África subsahariana las tasas de alfabetización femenina no superan el 10%. Las desigualdades también se expresan en los niveles de ingreso: solo el 4% del quintil más pobre finaliza la educación secundaria en los países de bajos ingresos, frente al 36% del quintil más rico.
América Latina, aunque con mejores indicadores promedio que otras regiones en desarrollo, no está exenta de estos riesgos. Según el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2024, cerca del 44% de los estudiantes de sexto grado en la región no alcanzan niveles mínimos de competencia en lectura, una proporción que asciende a más del 70% en contextos rurales o en poblaciones indígenas. Además, los retrocesos en inversión educativa, agudizados tras la pandemia, han profundizado la vulnerabilidad de los sistemas escolares en países como Honduras, Nicaragua o Bolivia.
¿Cómo se mide la alfabetización? ¿Y cómo se debería medir?
Uno de los desafíos más serios es metodológico. Las estadísticas actuales suelen basarse en censos o encuestas de hogares, donde se pregunta al jefe de hogar si él o los miembros del hogar pueden leer y escribir una oración simple. Algunas encuestas más avanzadas requieren que el encuestado lea efectivamente esa oración. Sin embargo, la capacidad de leer una oración no garantiza una alfabetización funcional, es decir, la capacidad de comprender, interpretar y utilizar la información escrita en contextos cotidianos.
Por esta razón, la Alianza Global para el Monitoreo del Aprendizaje, impulsada por el IEU y otros socios, está desarrollando nuevos instrumentos y metodologías para evaluar habilidades reales de lectoescritura a lo largo de la vida. Se busca vincular las distintas evaluaciones nacionales e internacionales existentes, armonizando criterios para generar datos comparables a escala global.
Un futuro amenazado por la inacción
De mantenerse las tendencias actuales, para 2030 un 20% de los jóvenes y un 30% de los adultos en países de bajos ingresos seguirán sin saber leer. Este dato no es solo una estadística preocupante: es una amenaza directa al derecho a la educación, a la inclusión social y a la democracia.
La alfabetización no es solo un peldaño más en la escalera del desarrollo humano. Es la base sobre la que se construyen otras habilidades, oportunidades económicas y la capacidad de participación cívica. No cumplir la meta 4.6 significaría comprometer no solo el futuro de millones de personas, sino también la viabilidad de la Agenda 2030 en su conjunto.
Preocuparse y ocuparse
Allí donde hay menos alfabetización habrá menos acceso a la información y también menos ciudadanos con capacidades de procesamiento de la misma, disminuyendo sus habilidades sociales y con escaso espíritu crítico. Generando órdenes sociales con debilidades institucionales y democráticas. Que la brecha entre los países sea tan grande es, también, una amenaza para la estabilidad y desarrollo global.
Parece pertinente que los gobiernos y Estados den cuenta de la aplicación de nuevas medidas que implementen políticas públicas estables en materia de educación que, por ejemplo, permitan invertir en la formación y retención de docentes mejor capacitados. O ser agresivos en la disminución de la brecha entre zonas rurales y urbanas, aplicando programas específicos para la alfabetización de adultos (considerando también el analfabetismo funcional) con enfoque territorial y de género.
Otro punto es la urgente necesidad de transparentar los sistemas de medición de la alfabetización, que entreguen más precisión y que incluyan no sólo la capacidad de leer sino también de comprender y actuar.
El desafío en enorme y el peligro de no alcanzar la meta al 2030 debiera ser sólo un dato, un insumo para ganar más compromiso con esta importante tarea.
(*) Para mayor información explorar el Instituto de Estadísticas de la UNESCO