Vuelvo con una edición de “apuntes dispersos”, las ideas que tengo en mi libreta de notas y que vuelco acá para expulsarlas de mi cabeza.

Es el turno de Panza de burro, de Andrea Abreu, una novela que se publicó el 2020 y que cuenta la historia de amistad de dos niñas en las Islas Canarias, en España:

  • No creo que sea un libro para todo el mundo. El estilo de narración puede ser familiar y desafiante, o extraño e intrincado.
  • Es de los pocos casos de libros que he empezado, no me atrapó, pasaron cinco o cuatro años, le di una nueva oportunidad, me enganchó y lo terminé y disfruté.
  • Insistí con esta lectura porque quería desafiarme como lector. No claudicar frente a un estilo que no me acomoda. Buscar la belleza en los detalles. Leer sin apuro.
  • El lenguaje me obligó a leer con detención, reconstruyendo en mi cabeza la sonoridad, el ritmo, la entonación, las palabras que son dichas de una manera y están plasmadas en el papel de otra.
  • Una frase: “Le olía la boca a güevo crudo, a los güevos cuando los cogíamos del gallinero y tenían manchitas de gallinaza y abuela me mandaba a escoger uno pa hacérmelo frito y los iba tocando todos y cantando tin marín de dos pingüé, cúcara mátara títere fue, y el que caía me lo freía» (p. 140).
  • Para disfrutar Panza de burro hay que sumergirse: dejarse llevar, dejarse seducir, no intentar entender todo. En lo extraño y en lo familiar está el encanto de su ritmo.
  • La historia importa pero lo que me sacó de mi zona habitual fue la voz: esa conciencia hablante que lo inunda todo. Me recordó a Mambo, la novela de Alejandra Moffat que reseñé en otro comentario. Otra novela con voz de niña.
  • No puedo evitar la fascinación —extraña, muy extraña— de cómo esta forma de hablar sea tan distante y, sin embargo, tan familiar. Así hablaba mi abuela, pensé mientras leía.
  • Mi abuela decía “école cua”, una expresión muy chilena que parece venir del italiano. También le decía “frigider” al refrigerador, en referencia a la marca Frigidaire. Lo pronunciaba con propiedad; ella se adueñaba de esas formas de habla.
  • Quizás oralmente, de forma presencial, esta habla de las Islas Canarias no tenga nada que ver con el habla chilena. O quizás sí. Pero en el papel, en la escritura de Andrea Abreu, sentí una conexión total.

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