
En un mundo que exigía silencio, ellos eligieron el símbolo, la metáfora, la presencia. Jean Cocteau y Jean Marais no solo compartieron un amor profundo: tejieron una alianza estética que desafió la censura, la guerra y la moral dominante. Esta crónica es un viaje por su vínculo, sus obras, sus gestos de resistencia y su legado como pioneros de una belleza que no pidió permiso para pasar a la historia como la primera pareja gay moderna (*).
Jean Cocteau nació en 1889 en Maisons-Laffitte, Francia. Marcado por el suicidio de su padre cuando tenía 9 años, vivió en la frontera entre la elegancia y el exceso: entre los salones literarios y la adicción al opio. A los 19 años, publicó La lampe d’Aladin y desde entonces fue considerado un joven prodigio.
Artista total, su genio se desplegó en poesía (Plain-Chant, Requiem), teatro (La voz humana, La máquina infernal), novela (Los muchachos terribles), cine (La sangre de un poeta, Orphée) y artes visuales (cerámica, frescos, ilustración). Decoró iglesias, diseñó ballets con Diaghilev, escribió libretos con Satie, compartió amistad con Chanel, Piaf y Picasso, entre otros. Su poesía mezcla mitología, deseo, dolor y belleza y en sus obras hay una voz íntima, simbólica y a veces alucinada..
Yo no lo conocí, lo reconocí. Jean Cocteau
Cocteau aceptó su sexualidad a temprana edad e incluso tuvo novio durante sus años escolares. Aunque muchos consideraban la homosexualidad un problema debido a la perniciosa programación social y religiosa contra ella, Cocteau se mantuvo firme en que las estructuras sociales de poder eran las responsables de su infelicidad y que no tenía nada de qué sentirse culpable.
Desde que tengo memoria, e incluso a una edad en la que la mente aún no influye en los sentidos, encuentro rastros de mi amor por los chicos, Jean Cocteau.
Jean Marais nació en Cherburgo en 1913. Su infancia fue durísima: madre encarcelada, padre ausente, afectos interrumpidos. Jean Cocteau tenía 48 años cuando, en un estudio de la Comédie-Française en 1937, vio a un joven de 24 que caminaba con entrega contra el aire. Jean Alfred Villain-Marais, huérfano de padre y con una madre internada por cleptomanía, buscaba un papel en Œdipe Roi para escapar de su azarosa infancia. Cocteau lo detuvo al instante: “No lo conocí, lo reconocí”, confesó más tarde. Fue un encuentro que fracturó el tiempo: para Marais empezó una vida nueva; para Cocteau, un compañero y una fuente inagotable de inspiración.
Mis desgracias provienen de una sociedad que condena lo excepcional como un delito y nos obliga a reformar nuestras inclinaciones, Jean Cocteau.
A lo largo de su vida, Cocteau mantuvo romances con muchas figuras notables, como el novelista francés Raymond Radigue y el boxeador Panama Al Brown, entre otros. Sin embargo, el momento más destacado de su vida romántica fue su relación con el actor Jean Marais. Juntos, fueron descritos como la “primera pareja gay moderna”.
Desde que se encontraron, Cocteau se convirtió en el mentor, espejo y amante de Jean Marais. Lo impuso en el teatro, lo dirigió en su primera película (La sangre de un poeta, 1930) y esculpió su voz en la prosa y el verso. Marais, en cada gesto, devolvía la mirada de su maestro, haciéndola carne viva.
Cocteau lo moldeó con ternura y exigencia. Lo convirtió en su actor, su musa, su interlocutor. En La Belle et la Bête (1946), Marais fue el monstruo amado mezclando ternura y alteridad, Marais aprendió a bailar con la luz y la sombra; en Orphée (1950), atravesó junto a Marias el espejo de la muerte como quien cruza prejuicios y fronteras, el poeta transformó en personaje al actor como voz del más allá. En Les Parents terribles, escandalizó al público desnudando las costuras de la familia burguesa y Marais en un papel audaz, se corvirtió en cuerpo desmedido de pura intensidad emocional.
Viví veinticuatro años antes de nacer, porque nací dos veces: el 11 de diciembre de 1913 y aquel día de 1937 en que conocí a Jean Cocteau. Jean Marais
Cocteau ilustró sus propios libros con trazos simples y expresivos, casi infantiles, pero cargados de simbolismo y decoró iglesias en la Costa Azul, como la Capilla Saint-Pierre en Villefranche-sur-Mer, con frescos que mezclan lo sagrado y lo profano. También incursionó en cerámica, colaborando con artesanos en Vallauris, donde Picasso también trabajaba.
Cocteau escribió obras que desafiaban la lógica dramática tradicional, como La máquina infernal (1934), una reinterpretación del mito de Edipo con tintes oníricos y existenciales; o La voz humana (1930), donde creó un monólogo desgarrador sobre una mujer abandonada, que luego inspiró una ópera de Francis Poulenc y películas de Almodóvar y Sophia Loren.
Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué. Jean Cocteau resumiendo su vision: la poesía como necesidad vital, no como función.
Su teatro oscilaba entre lo clásico y lo surreal, con piezas como Antígona, Los padres terribles y El águila de dos cabezas, muchas protagonizadas por Marais.
La gran tragedia de un poeta consiste en ser admirado por aquello precisamente que todos interpretan mal. Jean Cocteau
Durante la ocupación nazi, ambos decidieron quedarse en París. Fue una decisión política. Eran visibles, vulnerables, amantes. Cocteau, opiómano y homosexual, encarnaba todo lo que el régimen de Vichy condenaba. Marais quiso unirse a la Resistencia pero fue rechazado por ser gay. Resistió desde el escenario, desde la belleza. Cocteau intentó obtener favores para sus amigos perseguidos.
La poesía es una ética. Por ética me refiero a un código secreto de comportamiento, una disciplina construida y realizada de acuerdo con las capacidades de un hombre que rechaza las falsificaciones del imperativo categórico. Jean Cocteau
La prensa colaboracionista los etiquetó de “degenerados”; el crítico Alain Laubreaux lanzó sobre ellos consignas de odio. Marais respondió con los puños y lo golpeó en la cara. El actor apareció en listas de detención y el poeta fue golpeado por la milicia de Doriot. Y aun así, en medio del horror, siguieron montando obras, rodando cintas, enviando al público un mensaje claro: la belleza es un arma contra el miedo. Cocteau apeló a Arno Breker, escultor del Tercer Reich y favorito de Hitler), para proteger a Marais. Hizo lo mismo por Max Jacob, pero no logró salvarlo y este último murió en el campo de concentración de Drancy. Marais, desesperado, llegó a considerar asesinar a Hitler para redimir a su amante. Y aun así, siguieron creando. En L’Éternel retour (1943), Marais se volvió ícono popular, receptor de cartas, deseo proyectado.
Mis desgracias no vienen de mi naturaleza, sino de una sociedad que condena lo raro como si fuera un crimen. —Jean Cocteau
Sobrevivieron a la Guerra y desde finales de la década de 1950, Cocteau, el Enfant Terrible del establishment literario francés, fue colmado de honores, se convirtió en miembro de la Academia Francesa y fue elegido Príncipe de los Poetas. Marais ya era reconocido como el gran actor de la pantalla francesa y filmaba además con Visconti, Hunebelle , Renoir.
Marais acompañó y cuidó a Cocteu hasta su Muerte en 1963 y después de su fallecimiento, solía visitar su tumba, donde se lee: “Je reste avec vous” (Me quedo contigo) y siguió repitiendo: “Le debo todo”.
No es exagerado decir que Jean Cocteau fue mi verdadero padre, ya que me creó. Jean Marais
Pero no se apagó. Marais se reinventó. Actuó en películas de aventuras (Fantômas, El Capitán Fracasse), escribió sus memorias (Histoires de ma vie), se dedicó a la cerámica y la escultura en Vallauris. Trabajó junto a Picasso, modeló figuras silenciosas, encontró en la forma otro modo de duelo.
Montó Cocteau-Marais, espectáculo en homenaje, sin derechos legales pero con fidelidad absoluta. En Peau d’Âne (1970), fue rey mágico. En Belleza robada (1996), su última aparición, encarnó al anciano que guarda el secreto del deseo.
Fue mi segundo padre, mi maestro, mi amor. Jean Marais
Falleció en 1998, a los 84 años, en Cannes. Fue enterrado en Vallauris, Francia, rodeado de arcilla, luz y memoria. Su tumba recibe visitas discretas, como una elegía viviente.
Jean Cocteau sigue siendo citado por los estudiosos de literatura y cine como uno de los pioneros más enigmáticos del siglo XX, conocido tanto por su poesía como por películas poéticas. Sus obras son parte indispensable de la historia del cine queer, especialmente por su valiente postura sobre su propia homosexualidad y su crítica subtextual a la sociedad heteronormativa de la época.
Los ojos de los muertos se cierran cuidadosamente, con no menos cautela deberíamos abrir los ojos de los vivos.Jean Cocteau
Para despedir esta crónica, les dejo un fragmento de una de las cartas de Cocteau a Marais que se puede encontrar en el libro Mi querido muchacho,
Mi Jeannot, es Navidad, la Navidad más maravillosa de mi vida. Tu corazón, tu cuerpo, tu alma, la felicidad de vivir y trabajar contigo, todo está en mi calcetín. Un tema podría ser “el regalo útil”, que desapruebo. Por superfluo. Solo miraré las manos que lo dan. Mi Jeannot, nunca me cansaré de decirte: gracias, gracias por tu genio creativo, gracias por nuestro amor.
Tu Jean.
Lo que siempre me atrae en la vida es la poesía. Cualquier género puede contener poesía. Para mí, la poesía contiene verdad, Jean Marais
(*) Este artículo fue publicado en La Nueva Mirada