Sus libros con el lado B de la historia nacional se convirtieron en fenómenos de ventas previo al estallido social de 2019. Se involucró en el proceso constituyente y descubrió la otra cara de ese país que no todos querían ver. Jorge Baradit volvió a las librerías con su novela El Sótano Rojo, advirtiendo en su portada: “Chile es una casa embrujada construida sobre un pozo de sangre”. Sobre este libro y más conversó con Lilian Flores directora de la Revista Te Leo.

En los días en que realizamos esta entrevista acaba de aprobarse en la Cámara de Diputados la solicitud para que se presente un proyecto de exención del IVA a los libros. ¿En qué niveles crees que esta medida sea beneficiosa?

«Es un deber ético rebajar el IVA, pero su efecto será marginal. Los libreros no estarán obligados a traspasarle ese resto a los clientes y aunque lo hiciera los libros seguirían siendo caros Hay dos factores que se retroalimentan: los chilenos leen poco, entonces se fabrican menos libros, luego el costo por unidad es más alto. Pero aun que bajaran su precio esto no haría tanta diferencia. Existen alternativas gratuitas de lectura, desde las bibliotecas públicas, las bibliotecas digitales o Bibliometro, y aun así la gente no lee más. Hay una cuestión cultural bastante más grande que solo el precio que inhibe la lectura en nuestro país. No ayuda el neoliberalismo desatado que dice que todo debe parte de la escalera que te lleva a cierta cima, pero la cultura, el crecimiento personal, la espiritualidad, el puro conocimiento no son parte de esa escalera. No olvidemos que un ministro de Piñera dijo que no leía novelas porque lo encontraba una pérdida de tiempo. Si eso opina alguien que se supone recibió la mejor educación que este país puede dar, estamos en problemas».

Chile es una casa embrujada construida sobre un pozo de sangre dice la portada de tu más reciente libro, El sótano rojo. ¿No están en cierto modo todos los países erigidos sobre los restos de las guerras y matanzas de sus pueblos? ¿En qué se diferencia el nuestro?

«En que el pozo de sangre de nuestro país no se produjo por las tensiones y convulsiones propias de la construcción de un país, sino por la persistente política de control de un grupo de dueños sobre el resto total de la población a lo largo de nuestra historia. Debajo de los muertos por el estallido están los muertos de la dictadura, debajo los masacrados en las minas de carbón, debajo los asesinados del salitre, debajo los campesinos y esclavos, y más abajo los indígenas, todos aplastados por el mismo poder traspasado por herencia hasta hoy».

 

Baradit: Sótano Rojo
Baradit: Sótano Rojo

 

¿Cómo ha sido hasta ahora la recepción de El sótano rojo?

«Muy buena. Pensé que podría haber voces que cuestionaran la validez de escribir ficción sobre estos hechos, pero no ocurrió. Era necesario dejar de sentir miedo por vampiros eslavos, fantasmas británicos o monstruos gringos. Que una imagen surgida del inconsciente nacional te pinche el nervio de un diente es otra cosa. Si te fijas, los condes y barones europeos, los señores de plantaciones con esclavos o los señores de la guerra producen estos temores. El poder está detrás del terror. No puedes sentir real terror si no lo vives desde los temores de tu propia cultura. Acá los monstruos son otros. Usaban lentes oscuros y chaquetas de cuero sobre camisas blancas».

Un par de números atrás hicimos un reportaje precisamente sobre escritura de terror y numerosas voces autorales , sobretodo jóvenes, hacían hincapié en  que la historia de Chile está plagada de monstruos y horrores . ¿ Coincides con esta mirada?

«Por supuesto. Bajar al Sótano Rojo no es solo bajar a encontrarse con los demonios de la tiranía, es hundir el dedo hasta el inconsciente esclavo-peón-indígena de nuestro país, desde los generales españoles, la Quintrala o el inglés dueño de la salitrera, desde el imbunche hasta la bruja de pobla. La DINA fue una secta secreta de sicópatas que salía de noche a capturar personas para hacer formas rituales del despojo y el asesinato de almas.»

¿Estás leyendo a otros autores y autoras chilenos? ¿Qué te ha llamado la atención?

«El amor por el pequeño formato. Libros de ochenta páginas, harto cuento, historia pequeña. Hoy los escritores luchan por definir su interior, su propio dolor, no la gran historia del país, y eso también está bien, habla de estos tiempos»

Como autor, ¿con qué rol te identificas más? ¿Cómo divulgador de historia o novelista?

«En EL SÓTANO ROJO siento que por fin pude mezclar las dos voces. Hay una externa, la del divulgador que reflexiona con un filtro intelectual y consciente, y otra interna, que es la voz de mi expresión inconsciente más cercana al mito y el sueño . Me siento cómodo con las dos porque son expresiones diferentes de lo mismo y no compiten, pero en esta novela caminan de la mano y se devoran plácidamente.»

El éxito de tus libros Historia secreta de… pareció coincidir con el interés por entender los procesos que ha vivido esta sociedad y hasta fomentarlo. ¿Qué tanto ha cambiado el panorama desde esos días pre estallido social hasta ahora?

«Es cosa de mirar el ranking de no ficción. Antes del estallido la lista era de libros de política e historia. Ahora son de nuevo listas llenas de autoayuda y manuales sobre cómo ser feliz. Antes del estallido la gente sentía que el problema estaba afuera, era estructural y había que enfrentarlo. Hoy volvieron a pensar que son ellos los equivocados y que el problema está adentro y tienen que mejorarse de. . . algo.»

En entrevistas anteriores te referiste al alto costo emocional y hasta económico que significó para ti la participación en la Convención Constitucional. ¿Qué reflexiones tienes ahora respecto de este proceso?

«Que no tenía noción precisa de lo cambiada que estaba la sociedad chilena. Efectivamente «Chile cambió», pero no como pensábamos. Mucha gente no salió a la calle pidiendo un mejor país para todos y todas, sino que lo dejaran participar de las ganancias del modelo. Querían solución a SU problema específico y le molestó profundamente que quisiéramos solucionar los problemas a otros y a todos. Incluso los activistas políticos entraron a la Convención a instalar su exigencia —animalistas, medioambientalistas, indigenistas, etc.— y no a defender una visión general de país. Mi visión de sociedad se vio postergada hasta nuevo aviso, no hay agua en la piscina para ella. Me han preguntado si me arrepiento y la verdad es que no, era el momento y aunque sabíamos que íbamos a perder había que ir a poner el pecho; cuando uno va a una guerra —y lo fue— sabe que puede salir muerto o mutilado, es parte del proceso. Yo perdí todo lo que había construido, pero también puedo mirar a mi hijo a los ojos y decirle «Lo intenté». Ahora que lo pienso, ese podría ser mi epitafio.»

Revista Te Leo
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