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La futura Ley que restringe el uso de celulares en la sala de clases: ¿Basta con prohibir?

¿Qué estamos haciendo con los dispositivos móviles en la sala de clases y cómo afectan la lectura, la atención y el aprendizaje de los niños y niñas?

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Uso de Celulares en sala de clases
Uso de Celulares en sala de clases

La Cámara de Diputados de Chile despachó el pasado agosto hacia la Comisión de Educación del Senado un proyecto que aglutina siete mociones parlamentarias para regular el uso de celulares en sala de clases; ésta lo ha aprobado y está en condiciones para ser votado en la Sala del Senado.  La discusión ha cobrado un carácter poco habitual en el Congreso: consenso transversal, trámite ágil y expectativas de aprobación rápida.

Este proyecto no nace de la nada. Es parte de una tendencia mundial que levanta una pregunta incómoda: ¿qué estamos haciendo con los dispositivos móviles en la sala de clases y cómo afectan la lectura, la atención y el aprendizaje de los niños y niñas?

La lectura fragmentada y la pérdida de habilidades

Los smartphones, tablets y notebooks invaden cada vez más el aula. Pero más allá del uso tecnológico en sí, lo que preocupa es el efecto colateral: una lectura que se vuelve dosis de información ya preparada, encapsulada, a menudo superficial. En lugar de sumergirse en un texto, analizarlo, meditarlo, discutirlo, los estudiantes reciben “contenido rápido”, fragmentado, diseñado para enganchar, sí —pero no necesariamente para pensar, comparar, comprender profundamente

Investigaciones recientes señalan que ese tipo de lectura no solo reduce la capacidad de elaborar hipótesis propias, sino que también merma aquellas habilidades que las generaciones anteriores desarrollaron a través de la lectura en papel: comprensión compleja, capacidad de argumentar, construir ideas propias, relacionar textos con experiencias externas.

¿Prohibir es suficiente?

El proyecto de ley busca responder a ese diagnóstico: al reducir el acceso irrestricto al celular dentro del aula, el objetivo es liberar espacio para un aprendizaje más profundo, estimular la lectura atenta y fomentar la interacción directa entre estudiantes y docentes.

Sin embargo, la prohibición —por sí sola— no garantiza ese tránsito hacia una educación más centrada, más reflexiva. De hecho, prohibir sin diseñar la alternativa puede provocar rebeldía o, al menos, una evasión del problema. Si el celular se convierte en objeto prohibido, su uso puede trasladarse a otros espacios o volverse más clandestino, con menos tutoría, menos reflexión. No basta con tapar el sol con un dedo.

¿Qué más se necesita para que funcione?

Para que la regulación consiga lo que pretende —más lectura, mayor capacidad de análisis, mejores herramientas para enfrentar el mundo— se requiere que la ley vaya acompañada de políticas complementarias:

  • Crear estrategias transversales de lectura en los planes educativos, capacitar a los docentes en estos «nuevos objetivos» y dotar de libros físicos o digitales con estructura de lectura profunda;

  • Entregar a los y las profesoras herramientas o elementos para fomentar clubes de lectura, debates en clase, actividades que requieran pensamiento crítico; considerando, al mismo tiempo, el rol que padres y apoderados deben jugar en esta tarea.

  • Establecer espacios de reflexión, debate y conversación sobre el uso del dispositivo móvil, no solo como herramienta de replicación de contenido, sino de creación de conocimiento.

  • Fortalecer el trabajo de las bibliotecas escolares, dándole protagonismo a la labor de bajar los niveles de actual dependencia que los y las alumnas tienen de los equipos móviles.

Una ventana de oportunidad

Este momento es clave. La normativa que se tramita en Chile puede marcar un antes y después para la cultura lectora de los estudiantes. Pero no porque “quitemos el celular” y mágicamente mejoren los niveles de compresión lectora o las destrezas para elaborar ideas propias, sino porque se sitúa la pregunta central: ¿cómo acompañamos a los jóvenes para que no solo consuman lectura, sino que la elaboren, la discutan, la vivan?

Si el proyecto se aprueba —y todo indica que lo hará pronto— será la hoja de ruta de una apuesta mayor: recuperar la lectura profunda, fortalecer la atención y la creación como eje educativo.

Así las cosas la prohibición deja de ser un fin en sí misma y se convierte en un disparador para repensar la educación en un mundo saturado de pantallas.