El arribo de las mochilas, los útiles, las caras somnolientas, los gritos de padres apurando el tranco, el reencuentro con las y los compañeros de clases, en fin, tiene ese sentido de reinicio de la cotidianidad a la vez que es una oportunidad para repensar todo, como un punto de partida. Que momentos más propicios para hablar de cambios. 

El ciclo escolar que se inicia debiera permitirnos reflexionar respecto a la pertinencia de las técnicas y estrategias educativas, en particular en aquellas relacionadas con la materia que nos importa desde este espacio: la lectura.

Un primer enunciado es partir de la base que hay cosas que han cambiado en la educación formal de manera brutal, aún cuando hay muchos que resisten a validar esos cambios. Por ejemplo, el peso de los contenidos.

Desde hace ya algún tiempo todo evoluciona en el sentido de colocar en un segundo orden los contenidos, para privilegiar la adquisición de habilidades y destrezas que permitan generar análisis y conclusiones propias por parte de las y los educandos.

Este punto de partida para cualquier consideración respecto a nuestro sistema educativo, es esencial para comprender el mundo de cambios en que está inserto.

LA LECTURA ES UNA HERRAMIENTA

La lectura es una herramienta, no un fin en si mismo. Un instrumento para la comprensión de las realidades que circundan a los niños y niñas, pero también una destreza que les permite crear abstracciones.

Esto es una cuestión importante a la hora de establecer estrategias para el fomento lector en las aulas y fuera de ellas, porque releva la motivación en los estudiantes a la hora de leer. Es decir que si ellos asimilan que por medio de la lectura obtendrán satisfacciones personales, crecimiento y hasta madurez, las y los educandos valorarán más tener buenos hábitos lectores y mejor entrenamiento mental para tener un óptmo desempeño lector.

Eso implica estrategias pedagógicas flexibles en materia de contenidos. En la sala de clases de fines del siglo pasado habría sido un problema plantearse así, porque la palabra impresa en físico siempre fue limitada. Pero en estos días, donde se accede a un universo a partir de un celular, aquello no es un problema.

Para ser un buen navegante en el mundo digital de estos días se requiere motivación, como dijimos, pero también una buena y entrenada comprensión lectora. Al contrario de lo que algunos dicen, al destacar el acceso ilimitado a una océano de información como una gran ventaja, lo real es que tal vastedad de contenidos requiere de mentes ávidas y a la vez espíritu crítico y habilidades para discriminar cuando una información es válida y cuando requiere ser chequeada.

LEER EN FORMATO DIGITAL

Leer en digital es más complejo que en los libros, porque éstos últimos tienen varios procesos previos a la lectura, donde intervienen varias manos especialistas, que de alguna manera garantizan la veracidad de sus contenidos.

Los recelos que despierta la Inteligencia Artificial (AI) tiene mucho que ver con esto. No sólo con el facilismo o reemplazo de las habilidades creadoras propias por fórmulas ajenas. Sino también porque las personas, ahora ya no sólo los niños y niñas, no están capacitadas para utilizar estas aplicaciones.

Todo vuelve al inicio, el fortalecimiento de la lectura y el desarrollo de los hábitos lectores son la mejor manera de garantizar navegadores digitales más críticos, quizás desconfiados es cierto, pero con las herramientas adecuadas para desenvolverse en el mundo del conocimiento de nuestros días.

Ojalá que este nuevo ciclo escolar sea, para muchos dentro y fuera de la sala de clases, una oportunidad de cambios.

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