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Pedro Cayuqueo: La identidad chilena sigue siendo esta fantasía del Chile blanco, europeo y sin indios

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Pedro Cayuqueo, Te Leo
Pedro Cayuqueo, Te Leo

Nacido en Puerto Saavedra y originario de la comunidad Cacique Luis Millaqueo, de Nueva Imperial, este reconocido periodista es autor de más de una decena de libros de opinión e investigación sobre la temática indígena en Chile y Argentina. A pocas semanas de haber publicado “Arauco tiene una pena”, Pedro Cayuqueo conversó con Revista Te Leo.

LILIAN FLORES GUERRA (*)

  • En 2016, en una entrevista para Radio Universidad de Chile, te mostrabas optimista por un cambio cultural que percibías en las nuevas generaciones con respecto al reconocimiento de la nación mapuche. Ocho años después, ¿mantienes ese optimismo?

Sigo muy optimista, primero porque por mi origen y por la historia gigante que heredamos de nuestros ancestros creo que no tenemos derecho al pesimismo. Segundo, porque el cambio cultural de la sociedad chilena desde el racismo y el menosprecio a una mirada más inclusiva y respetuosa de los pueblos originarios es una realidad en las nuevas generaciones, lo veo en todas mis charlas en escuelas, liceos y universidades. Pasa que los cambios culturales son lentos, son también cambios generacionales, no suceden de la noche a la mañana o por decreto como se intentó, equivocadamente podemos concluir hoy, en la propuesta de la Convención Constitucional. Chile de aquí a veinte o treinta años será un estado muy distinto al actual y lo será porque la sociedad chilena habrá madurado temas que aún pueden resultar complejos de entender. No es fácil, de buenas a primeras, abrazar la interculturalidad o el reconocimiento de varias naciones dentro de un Estado, requiere ser educado en el valor de la diversidad y no en aquel de la uniformidad como sucede todavía en Chile. La clave es seguir insistiendo y armarse de paciencia.

 

«Chile de aquí a veinte o treinta años será un estado muy distinto al actual y lo será porque la sociedad chilena habrá madurado temas que aún pueden resultar complejos de entender»

 

  • ¿Ha habido cambios en la identidad chilena? ¿Sientes que el discurso de que el 80% de la población tendría sangre mapuche ha perdido fuerza?

La identidad chilena sigue siendo, principalmente en los mayores de cincuenta, esta fantasía de los historiadores y pedagogos del siglo XIX y XX, desde Barros Arana a Frías Valenzuela, desde Encina a Villalobos, del Chile blanco, europeo y sin indios. De allí que el gran cambio cultural esté sucediendo en las nuevas generaciones, no en los mayores. Luego los porcentajes de sangre indígena en la población más que un discurso son un dato duro científico, hay estudios de prestigiosas universidades que dan cuenta de este mestizaje. La población de Chile, desde la Colonia, es mezcla española e indígena: padre español, madre indígena, no olvidemos que Chile producto de la Guerra de Arauco fue por dos siglos básicamente un regimiento, eso eran las Capitanías Generales, un territorio lejos del glamour, la riqueza y los atractivos del Perú donde las mujeres españolas preferían radicarse. El problema, una vez más, está en el relato sobre la identidad chilena que se enseña en las escuelas. ¿Qué nos dice? Que los chilenos descienden de los barcos y que los pueblos indígenas son una cosa del pasado, una pieza de museo o bien atractivo de feria artesanal o costumbrista. Y de ahí todo mal. Es la negación de la madre indígena de Chile.

  • Fuiste candidato a la Primera Convención Constitucional, en 2021, y acabas de publicar el libro Arauco tiene una pena, que recoge crónicas, columnas y entrevistas de todo el proceso. ¿Cuáles son tus impresiones después de los dos intentos fallidos? ¿Qué esperas para el devenir? ¿Cómo ha sido la recepción a este nuevo libro?

Mi impresión es que ambos intentos fueron las contracciones de un Chile que está por nacer. No era el momento del parto, como muchos pensamos equivocadamente con la primera Convención. No, no lo era, son apenas las contracciones de un Chile todavía en gestación. Eso fue la masividad de la bandera mapuche en el estallido social, la primavera indígena que implicó la Convención con Elisa Loncón de presidenta y escaños reservados para las naciones indígenas, así al menos lo reflexiono en mi nuevo libro. Hay otros que analizan lo sucedido desde la derrota, desde el fracaso, pero yo no soy tan fatalista. Fue una derrota electoral, sí. Una derrota política, sí. ¿Es una derrota cultural? Para nada. Dos días después de aquel fatídico 4 de septiembre estuve en un liceo de Valparaíso dictando una charla ante 90 alumnos de cuarto medio sobre la plurinacionalidad. Ellos y su interés me demostraron que, de derrota o fracaso, cero.

Hay que entender que la sociedad chilena ha sido formateada durante dos siglos en el culto al estado-nación, a la identidad nacional única, indivisible y donde una sola bandera, cultura, lengua e identidad era la permitida. No es fácil salirse de ese rígido esquema mental, menos considerando que gran parte de los mayores de cincuenta fueron educados bajo ese tipo de chilenización. El proceso constituyente tuvo la virtud de permitirnos mirarnos al espejo como sociedad chilena y comenzar a masticar como país aquello que los pueblos indígenas ya sabíamos hace tiempo; que dos o más culturas, lenguas e identidades pueden perfectamente convivir bajo un mismo marco estatal, de ello trata el mundo moderno y Chile tarde o temprano también lo aceptará y reconocerá. 

«Mi impresión es que ambos intentos fueron las contracciones de un Chile que está por nacer. No era el momento del parto, como muchos pensamos equivocadamente con la primera Convención. No, no lo era, son apenas las contracciones de un Chile todavía en gestación»

 

  • En tus obras has comentado que el pueblo mapuche ha ganado más en su relación con el reino de España que con el Estado chileno. ¿Se mantiene esto con la actual administración de Gabriel Boric y el Frente Amplio?

Los españoles lo aprendieron tras perder la Guerra de Arauco: que con los mapuche era preferible parlamentar a tener que guerrear eternamente. Y mediante los parlamentos, que eran juntas diplomáticas, se arribó a una paz armada donde ambas sociedades podían convivir e incluso mezclarse. Luego todo cambió con la República que nos invadió, nos arrebató nuestro territorio y nos transformó en ciudadanos chilenos de tercera clase. Y bueno, el conflicto actual es esa trágica historia que persigue a Chile como la peste y que requiere además de un sinceramiento un abordaje político. Lamentablemente los gobiernos la tienen difícil porque esto último requiere visión de estado, estudio de la historia, y quizás lo principal, una audacia y destreza política que escasea en el Frente Amplio. De allí que éste sea de los peores gobiernos que hemos tenido desde Aylwin en materia indígena. Y lo subrayo, de los peores, porque las expectativas eran demasiadas y no han hecho nada distinto, todo es continuidad de la administración Piñera, incluso mayor represión y contención militar, que eso son los estados de excepción. Y para peor, lo que intentaron hacer en un comienzo lo hicieron de manera torpe, burda. En mi nuevo libro se analizan varias de esas torpezas y con dolor porque voté por Boric y la decepción es mayúscula. De allí el título de mi nuevo libro “Arauco tiene una pena”, referencia al poema-canción de Violeta Parra que sigue siendo un retrato de Chile. Pero insisto, no pierdo la fe, creo que en materia indígena Boric lo hará estupendo en su tercer mandato. Chile será otro y espero que él también.

  • Ha habido críticas desde el ambiente artístico y literario por la relación del actual gobierno con el mundo de la cultura. ¿Las compartes? ¿Tienes otra visión?

Sí, las comparto. Cultura siempre ha sido el pariente pobre de la administración del Estado, ya lo era antes de la creación del ministerio y lo sigue siendo con la actual administración, desfile de ministros incluido. Creo que no hemos logramos superar aquella visión estrecha que ve la cultura como un gasto y no como una inversión a futuro. Tampoco ese humillante rito anual de la concursabilidad para acceder a fondos públicos y a los cuales me aburrí de postular. Chile es un país rico, inmensamente rico en cultura, de norte a sur, pero su matriz productiva sigue siendo la extracción de materias primas, una economía digna de la cantera de Pedro Picapiedra. Espero ver el bendito día en que exportemos al mundo conocimiento científico, innovación tecnológica, arte y cultura. Ingenuamente, tal vez, pensé que mi candidato presidencial añoraba lo mismo.

  • ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Por estos días estoy terminando el tomo tres de la saga “Historia secreta mapuche” que es el cierre de la trilogía, también una novela que será mi primera incursión en la ficción y que será publicada por Penguin. Luego tengo en carpeta varios otros proyectos, desde escribir guiones para series y películas, hasta la novela gráfica de mi saga histórica. Pero como dice mi sabia madre, es mejor cacarear los huevos después de ponerlos, no antes.

 

(*) Esta entrevista, realizada por Lilian Flores Guerra, más otros artículos relacionados con la creación literaria y la cultura, la puedes encontrar en la Revista Te Leo. Accede a ella haciendo click en la siguiente imagen.

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