El año 2005 leí 28 libros. Ocho novelas, 15 títulos de crónicas, un par de libros sobre periodismo, otros de difícil encasillamiento. En total, casi siete mil páginas. Un promedio de 18,8 páginas leídas cada día, 132 a la semana y 569 al mes. ¿Por qué recuerdo estos datos inútiles, superfluos e inconducentes? Porque hace más de veinte años que llevo un registro de todos los libros que leo
Me considero una persona simple y rudimentaria: me gusta ver deporte, comer pizza y cultivar algunas obsesiones improductivas. Una de esas obsesiones es el registro de todos los libros que leo. ¿Por qué? Invítame a una cerveza y te cuento. Pero digamos que tiene que ver con un afán archivístico, de documentar algunos fragmentos de mi —simple y rudimentaria— vida. Desde el 2002 he anotado todos los libros que he leído. Y hoy, veinte años después, vuelvo a visitar esa bitácora de lecturas.
El año 2005 fue un momento bisagra en mi vida. Empecé el año matriculado en la escuela de periodismo. En preparación para el inicio de clases, entrené mi músculo lector con mucha no ficción, un género al que en años anteriores rara vez le presté atención. Así que le hinqué el diente a libros como Equipaje de mano, de Juan Pablo Meneses o Chilenos de raza, de Francisco Mouat que, dicho sea de paso, es un librazo que todos deberían leer.
A propósito, en Chilenos de raza hay un personaje inolvidable cuyo nombre es también inolvidable y probablemente trascienda el tiempo y el espacio y todos los nombres emblemáticos habidos y por haber: Fenelón Guajardo, el Charles Bronson chileno. Espero que hoy no olvides ese nombre: Fenelón.
Los recuerdos empiezan a enhebrarse. En Equipaje de mano hay una crónica delirante, quizás uno de los textos con los que más me he reído en mi vida: “Una granada para River Plate”. Meneses se sube a un bus con hinchas de la Universidad de Chile y viajan durante 60 horas hasta Buenos Aires. Uno de los barristas esconde una granada en el bus. Quiere arrojarla a la hinchada de River. Que la semifinal de Copa Libertadores estalle.
El menú de libros de no ficción del año 2005 estuvo intercalado por algunas novelas. Leí quizás lo primero de Dostoyevski que llegaba a mis manos: El jugador. Me sumergí en el mundo del periodismo policial gracias a Tinta roja, la novela de Alberto Fuguet que luego se convertiría en una película. Y le di una chance a Conspiración en Londres, un libro del cual no recuerdo absolutamente nada (lo siento, Jimmy Mondaca).
Hace dos décadas me obsesioné con Joaquín Edwards Bello, un aristócrata venido a menos que tuvo un rol lateral, paralelo, en la literatura chilena de la primera mitad del siglo XX. Me leí todas sus crónicas. Devoré sus novelas. Nueve libros en total. Supongo que fue el amor —¿pasajero?— de un estudiante de periodismo por un icono antiguo del periodismo nacional. Una búsqueda de referentes en el pasado, un desdén por las figuras del presente.
A propósito de Edwards Bello, siempre atesoré esta frase del prólogo de su novela El inútil, que enfureció a la elite de 1910: “Y ahora señores críticos profesionales de cierta prensa, pueden ustedes prepararse para descargar toda su bilis sobre mi librito. Ancho campo tienen para lucir sus dotes de buitres de la literatura”.
Según mi registro, el 2005 leí mucho a Fernando Villegas, un sociólogo chascón que por entonces despertaba mi simpatía. Hoy creo que no leería nada de él. En algún momento me interesó su mirada desenfadada. Ahora me parece que sus ideas se anquilosaron, se agrietaron, están llenas de agujeros por donde supura resquemor y amargura. Dudo que le vuelva a dedicar algo de atención.
Si hay un libro de ese año que volvería a darle una oportunidad es To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor), de Harper Lee. Fue una recomendación de una amiga, Janna Walton, de quien nunca supe nada más. Le pregunté: ¿qué clásico estadounidense debo leer sí o sí? Y lo recomendó, lo compré y esperé un año para iniciarlo. Pero creo que fue un petardo en la cara. Lo leí muy joven, muy inexperto, muy apresurado, sin herramientas ni contexto ni bagaje suficientes.
¿Qué veo hoy al mirar esa lista de hace veinte años? A un joven veinteañero sin muchos filtros, deseoso de devorar —pero no deglutir— los libros, obsesionado con algunos autores, sin un repertorio variado. También veo que mis elecciones lectoras de ayer guardan poca conexión con las de hoy. Hay autores que aún conservan un espacio en mi corazón, mientras otros fueron exiliados de mi memoria, relegados por su propio añejamiento, agrios para mi paladar.
La bitácora de libros que he leído es un viaje al pasado a través del pasaje de la memoria. Ahí veo cosas que me gustan, cosas que no me gustan, cosas que no tengo idea por qué leí y cosas que sin duda volvería a darle una oportunidad. Un registro lleno de ruido y ecos y latidos de una trayectoria lectora que continúa hasta el día de hoy.
Libros clásicos para leer el 2025
La vez pasada les pregunté por recomendaciones de libros clásicos para leer en el 2025. Estos son todos los títulos que llegaron, tanto en los comentarios de Substack como en mi bandeja de entrada. Dejé un asterisco (*) en aquellos que ya leí:
- La peste, de Albert Camus
- Los santos inocentes, de Miguel Delibes
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes
- *El principito, de Antoine de Saint-Exupéry
- *Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez
- Las ilusiones perdidas, de Honoré de Balzac
- Rayuela, de Julio Cortázar
- *Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño
- Esperando a Godot, de Samuel Beckett
- El innombrable, de Samuel Beckett
- Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais
- País de nieve, de Yasunari Kawabata
- Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima
- Anna Karenina, de León Tolstói
- El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov
- La regenta, de Leopoldo Alas «Clarín»
- Cañas y barro, de Vicente Blasco Ibáñez
- La barraca, de Vicente Blasco Ibáñez
- *Matar a un ruiseñor, de Harper Lee
- Las uvas de la ira, de John Steinbeck
- *El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald
- Master of the Senate, de Robert Caro
- The Power Broker, de Robert Caro
- Here is New York, de E.B. White
- Los virreyes, de Federico De Roberto
- Os Lusíadas, de Luís de Camões
- Cordero negro y halcón gris, de Rebecca West
- Kokoro, de Natsume Sōseki
- Things Fall Apart, de Chinua Achebe
- Maus, de Art Spiegelman
- Persépolis, de Marjane Satrapi
- Hierba, de Keum Suk Gendry-Kim
- The Heart That Bleeds, de Alma Guillermoprieto
- Moby Dick, de Herman Melville
- La península de las casas vacías, de Juan Manuel Gil
- Cumbres borrascosas, de Emily Brontë
- Los hermanos Karamazov, de Fiódor Dostoyevski
- Murder on the Links, de Agatha Christie
- *El nombre de la rosa, de Umberto Eco
¿Tienes otra recomendación? Te leoooooooo
