Chile 2018, estudios sobre la pobreza multidimensional, es decir, el tipo de pobreza más dura y difícil de erradicar, arrojaron un aumento preocupante del analfabetismo. Pese a que el índice de escolaridad subió a los 9 años de estudio promedio, el analfabetismo entre los más pobres aumentó del 6% al 7%.
Mientras los pobres que no terminaron la educación media alcanzan el 58,7%, esta cifra baja a 31,4% en los no pobres. Cualquier política pública que pretenda eliminar la pobreza multidimensional debiera agregar a sus estrategias el fomento de la lectura, especialmente para abordar mejoras en habilidades blandas. Sin embargo, eso no es así.
Las políticas públicas relacionada con la lectura están anclada al sistema formal de educación. Existen, por ejemplo, convenios entre los Ministerios del área social y el de educación para certificar y regularizar estudios básicos, en 1er y 2do nivel, que benefician a los sectores más vulnerables. Pero fuero de ello no existen planes ni programas públicos de lectura orientadas a personas fuera del sistema escolar. Muchos chilenos, pobres y no pobres, tienen como herramienta de impulso para desarrollar el hábito de la lectura sólo la enseñanza que obtuvieron en sus años escolares.
Hoy por hoy Chile exhibe un alto nivel de alfabetización, poniéndose en la región sólo por debajo de Cuba y sobre el resto de los países latinoamericanos. Las buenas cifras de alfabetización, sin embargo, ocultan un drama. Esto es que la certificación no garantiza ni la comprensión lectora ni la calidad de la educación recibida.
El punto es que hoy los pobres y analfabetos están abandonados a su suerte, sin hábitos lectores y con escasas capacidades de desarrollo emocional e intelectual.
¿De que sirve la lectura a los pobres?
De mucho, por lo menos en tres dimensiones esenciales. La primera desde el punto de vista de integración social, ser pobre y analfabeto (o analfabeto funcional) es una condena de por vida, no hay posibilidad de reconocerse en otros, de formar partes de proyectos e ideas colectivas. Un pobre no lector es un extranjero no sólo en su país, sino en el mundo. Alguien a quien negamos las claves, los códigos, los misterios de los significados que le permiten descifrar el camino hacia las puertas que lo sacan de la oscuridad.
La segunda tiene que ver con su salud mental; sin ejercitar la mente por medio de la lectura, sin realizar abstracciones cotidianas y simples; la mente se deteriora, convirtiéndose en adultos mayores con desventajas intelectuales severas.
Un analfabeto (o analfabeto funcional) no es competitivo. ¿Quién va a contratar a alguien que no lee? ¿o no entiende lo que lee? ¿Que no puede procesar instrucciones mínimas o tomar decisiones simples?
Leer es una herramienta efectiva para la superación de la pobreza, los estados y gobiernos debieran entender la necesidad de formular planes de fomento lector integrales, no sólo reducidos a la esfera de la educación de las escuelas y liceos. Leer es un hábito que debiéramos entender como un deber colectivo y social, porque la práctica de la lectura nos hace bien a todos. En el caso de los pobres, leer les puede cambiar y salvar la vida.