Cronología de una lectura

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Esta semana escribo sobre un proceso de lectura frenético y raro. Esta es la cronología.

Domingo 19 de febrero

Tengo unos minutos para leer. Abro la aplicación de la Biblioteca Pública Digital para seguir avanzando en Instrucciones para una ola de calor, de Maggie O’Farrell. Pero antes hago una revisión de las novedades editoriales. Nada nuevo en la portada. Tengo un impulso. Soy adicto a los policiales así que presiono la lupa y escribo “Lee Child” y me arroja los mismos resultados de siempre, los que ya leí… espera, no, hay uno que no está en mis registros: Sin fallos. No hay ejemplares disponibles, así que hago una reserva, cierro la aplicación, no leo nada y me olvido del asunto.

Lunes 20 de febrero

Comienza la semana, respondo correos, escribo, tengo reuniones, vuelvo a escribir, vuelvo a responder más correos. Cerca de la hora de almuerzo llega la notificación a mi teléfono: “Tu reserva de Sin fallos está disponible”. Genial: Jack Reacher está golpeando a mi puerta.

La novela es sobre algo casi imposible: cómo evitar que se concrete la amenaza de asesinato del vicepresidente electo de los Estados Unidos y descubrir a sus posibles perpetradores. Reacher debe dilucidarlo.

Leo dos horas y un minuto.

Martes 21 de febrero

La vorágine del trabajo me absorbe. Olvido que tengo un libro por leer. Debo estrujar el tiempo. La Biblioteca Pública Digital presta el libro durante dos semanas y yo estoy en sequía lectora, así que tengo que disciplinarme. Decido leer en los tiempos muertos: al bajar o subir en ascensor, esperando que el almuerzo esté listo, en el baño.

En la novela Reacher hace una auditoría para saber si es posible matar al vicepresidente. Su veredicto: es casi imposible salvarlo. El Servicio Secreto no podrá hacer mucho. Aunque todos sabemos que Reacher no cree en esa palabra.

Leo una hora y dos minutos.

Miércoles 22 de febrero

Hay dos momentos que me encantan de la escritura de Lee Child.

El primero lo denomino como el momento “shit just got real”. Es cuando el autor nos demuestra que los malos no son malos de telenovela. Son malos malos. Más malos que el natre, diría mi abuelo. Malos de adentro. Personas que torturan, mutilan, amputan, castran, queman, cercenan y solo después de eso asesinan.

Si aparece un pulgar o un genital o un brazo como señal de amedrentamiento, es que la mierda se puso real.

Te iba a explicar cuál es el segundo momento, pero aún no llego a esa parte.

Leo una hora y 39 minutos.

Jueves 23 de febrero

Es un día intenso: trabajo, familia, risas, llantos, alegrías, pausas, reuniones, esperas.

Durante el día avanzo poco en la lectura. Al atardecer me siento afiebrado. El termómetro habla: 37,8°. La cabeza empieza a divagar, mi calor corporal fluctúa. Voy al ritmo de una montaña rusa térmica.

Reacher empieza a ser Reacher. Frases cortas y punzantes, argumentos extensos y contundentes. “Nosotros no somos del Servicio Secreto”, le dice a un sospechoso. “Venimos de un lugar en el que no está permitido echar nada a perder. Y venimos de un lugar en el que no hay reglas”.

El termómetro marca 38,7°. La lectura se fusiona con mi fiebre, entro en un terreno de delirio. Los límites del proceso se difuminan, las escenas se siguen sucediendo en mi cabeza, siento que estoy al lado de Reacher, me duele el cuerpo, escucho los diálogos, se repiten incesantemente durante la madrugada.

“Venimos de un lugar en el que no hay reglas”.

Leo una hora y 59 minutos.

Viernes 24 de febrero

La fiebre se atenúa, por ahora. Llego al segundo momento de la novela que es una marca carcaterística de Lee Child. Lo llamo: “cuando Reacher decide matarlos a todos sin contemplación”. Hago énfasis en “decide”. No es una amenaza, no. Es la consecuencia inevitable de haberse topado con él.

“Parece que está contemplando tomar medidas muy serias”, le dice en un momento el vicepresidente electo.

“El que juega con fuego se quema”, responde Reacher.

“Esa es la ley de la selva”, replica el político.

“¿Y usted dónde se cree que vive?”, dice Reacher en la impecable traducción de Aldo Giacometti.

Hacia la noche mi delirio febril reaparece y las imágenes y diálogos comienzan a cobrar vida. Creo que tengo Covid y Jack Reacher está dentro de mi cabeza planeando la aniquilación de los malos.

Leo una hora y 20 minutos

Sábado 25 de febrero

Baja la fiebre en la madrugada. Mi hijo Leonardo no se da por enterado y quiere estar despierto o en brazos o ambas cosas.

Son las cinco de la madrugada. Mientras lo sostengo tomo mi teléfono con una mano, abro la Biblioteca Pública Digital y sigo leyendo. La madrugada me da una fuerza inusual. Las escenas avanzan vertiginosamente, Reacher se abastece de armas, viaja, elige la locación adecuada, examina, espera.

Entro en un frenesí lector, no puedo despegarme de la novela. Quiero dormir pero también quiero leer. Dormiré otro día, pienso. Jack Reacher no puede esperar. Jack Reacher no duerme. Jack Reacher es una fuerza de la naturaleza que no comprendemos, pero que necesitamos.

Y yo no lo abandono hasta que terminemos juntos la masacre, él golpeando y disparando y yo moviendo mis ojos a una velocidad desquiciada, con el impulso de un adicto que necesita más, otra dosis de lectura, directa al cerebro.

Amanece en la novela, amanece en mi departamento. Terminamos. Sin fallos ha terminado.

Leo tres horas y 10 minutos.

Domingo 26 de febrero

Siento un vacío dopamínico. Extraño a Reacher. La fiebre ha bajado. Me pregunto si leí con el desenfreno que describí. Tomo mi teléfono, voy a la app de balance digital, veo el uso que tuve en los últimos siete días y sí, fueron casi 11 horas de lectura en la Biblioteca Pública Digital.

Al día siguiente me haré un PCR y a la noche sabré que tengo Covid. Este gráfico queda en mi cabeza: la cronología de una lectura febril en la semana más extraña de este 2023.

 

 

Sin fallos ...
Columna de Patricio Contreras

 

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